Ansiedad en niños y adolescentes: señales de alerta y cómo actuar
Ansiedad en niños y adolescentes: señales de alerta y cómo actuar
Cada vez con más frecuencia, en la consulta psicológica recibimos a niños, niñas y adolescentes que viven atrapados en un torbellino de ansiedad. No se trata solo de un “nerviosismo pasajero” o de que “siempre han sido así”. Se trata de un malestar real, sostenido y creciente que muchas veces pasa desapercibido o se normaliza bajo frases como “es que está en la edad” o “seguro es por el colegio”.
Como profesional de la salud mental, y como persona que acompaña día a día las vivencias emocionales de esta población, siento la necesidad de hablar abiertamente de esto. La ansiedad en niños y adolescentes no solo existe, sino que está aumentando. Y no podemos mirar hacia otro lado.
Entender la ansiedad en esta etapa de la vida
La ansiedad, en su base, es una emoción humana adaptativa. Nos prepara para responder ante peligros reales o anticipados. Sin embargo, cuando esta emoción se vuelve excesiva, desproporcionada o interfiere con el desarrollo y la vida diaria, pasa a convertirse en un trastorno que requiere atención.
En la infancia y la adolescencia, esta ansiedad puede tomar formas muy diversas. Algunos niños se vuelven más callados, evitan actividades que antes disfrutaban, tienen dificultades para dormir o presentan dolores físicos sin causa médica aparente. En el caso de los adolescentes, podemos ver irritabilidad constante, aislamiento, bajo rendimiento escolar, o conductas impulsivas que encubren un sufrimiento más profundo. A veces, incluso, detrás de un adolescente que “se muestra fuerte” hay una lucha silenciosa con pensamientos invasivos, presión interna y miedo a no ser suficiente.
No hay un único rostro de la ansiedad. Puede presentarse tanto en niños como en niñas, y su expresión puede variar mucho de una persona a otra. Por eso es tan importante observar, escuchar y dar espacio a la expresión emocional, sin juicio ni minimización.
La importancia de nombrar las emociones
Uno de los pilares fundamentales en la prevención y abordaje de la ansiedad es el desarrollo de una adecuada comunicación emocional. Enseñar a los niños y adolescentes a reconocer, nombrar y compartir lo que sienten es un regalo que les servirá toda la vida. No se trata de evitar las emociones incómodas, sino de aprender a transitarlas con apoyo, comprensión y herramientas.
En muchos contextos familiares, escolares e incluso sociales, las emociones aún son vistas como debilidades o como aspectos que hay que “controlar” rápidamente. Esto lleva a que muchos chicos y chicas se traguen lo que sienten o crean que no está bien sentirse mal. La consecuencia de esto es una desconexión emocional que puede desembocar, con el tiempo, en manifestaciones de ansiedad o depresión.
Fomentar una cultura emocional saludable, en la que hablar de lo que sentimos sea algo cotidiano y válido, es una responsabilidad colectiva. La salud mental se construye también en esos espacios cotidianos donde se legitiman las emociones y se transmite el mensaje de que sentirse vulnerable no es sinónimo de debilidad, sino de humanidad.
Actualizar lo que sabemos, en todos los contextos
La ansiedad no es un fenómeno aislado ni nuevo, pero los contextos cambian, y con ellos, las formas en que se manifiesta y se sostiene. El entorno actual de los niños y adolescentes está marcado por múltiples estímulos, hiperconectividad, exigencias académicas, cambios sociales y un acceso constante a información que muchas veces sobrepasa su capacidad de procesamiento emocional.
Por eso es imprescindible que quienes acompañamos a esta población —ya sea desde el hogar, la escuela, los espacios deportivos o los ámbitos de salud— actualicemos nuestra comprensión del malestar emocional. No basta con tener buena voluntad: necesitamos formarnos, abrir espacios de escucha, revisar prácticas y adaptar los recursos a las realidades actuales.
La salud mental no puede seguir siendo un tema tabú o una preocupación solo cuando los síntomas ya son muy evidentes. Es un aspecto central del desarrollo y el bienestar integral, y como tal, merece atención, tiempo y recursos.
Un mensaje final
Si tú que estás leyendo esto ves señales de ansiedad en algún niño, niña o adolescente cercano, no minimices lo que está pasando. Observa, escucha, valida. Y si tienes dudas, consulta con un profesional de la salud mental.
No es necesario esperar a que la situación sea insostenible para pedir ayuda. La intervención temprana no solo mejora el pronóstico, sino que permite construir una base emocional más sólida y consciente. Pedir ayuda no es un signo de debilidad, es un acto de cuidado.
Acompañar con cariño, con respeto y con conocimiento puede marcar una gran diferencia. Porque nadie debería atravesar su malestar en soledad. Y porque todos los niños, niñas y adolescentes merecen sentirse seguros con lo que sienten y saber que no están solos.